miércoles, 9 de octubre de 2019



Literatura genera literatura: Mala Luna/Tuerto, maldito y enamorado de Rosa huertas. Editorial Edelvives  


Tienen en común estos libros que parten desde autores clásicos o clásicos de la literatura. Entonces son libros que posibilitan la apertura a lecturas que pueden ser lejanas a los lectores jóvenes  de hoy.
Tuerto, maldito y enamorado de Rosa Huertas  
Belisa una adolescente traba amistad con un fantasma a quien Lope de Vega le había hecho una maldición: vivirá eternamente sin recordar su nombre y de quien estaba enamorado. El fantasma le pide ayuda y ella se aventura en esto. Ve otras ánimas que le piden ayuda. Finalmente deberá unir al fantasma con el fantasma de su amada.

Es una historia de amor, de suspenso, interesante y amena. Además acerca el nombre y la obra de Lope de Vega.

Mala Luna  Rosa Huertas
Esta obra aborda desde la literatura la reconstrucción de la memoria histórica de la Guerra Civil Española, la dictadura franquista y sus consecuencias en el presente y el –para nosotras- controvertido tema de la reconciliación, puntualizando en la vida de Miguel Hernández, el poeta cabrero, y en la interacción entre dos generaciones: la de quienes vivieron aquel período doloroso siendo muy jóvenes y la de los adolescentes actuales.
La novela también aborda otras cuestiones como la amistad, las convicciones, la militancia política y el valor revelador de la palabra poética. La novela fue publicada por Edelvives en su colección Alandar en 2009. En 2011 fue galardonada con el premio PremioMandarache.  

Dos chicos, Víctor y Clara se encuentran ante el misterio de buscar un cuaderno de tapas negras que podría ser lo último que escribiera el poeta Miguel Hernández en la cárcel.
Victor se encuentra con un cuaderno de tapas negras que relata la confesión de su abuelo. Buena descripción de la época de la guerra y guerra civil
La chica lo busca porque su abuelo le dice que ese libro es de la familia de Hernández.
 Mala Luna se constituye en un homenaje a Miguel Hernández y su obra. El poeta atraviesa toda la novela desde el primer capítulo cuando Castillo lee la noticia en el periódico sobre sus versos inéditos hasta el final cuando Clara le envía un poema escrito por el propio Miguel a Víctor.
El lector podrá comprender desde una vivencia honda e interna el compromiso de Miguel Hernández con la República y con la poesía, su amor por la humanidad y sus convicciones profundas gracias a la construcción de los personajes planteados por Rosa Huertas.

Una vez iniciada la lectura de Mala Luna, el lector será partícipe activo de las voces y silencios que plantea la autora a través de los narradores. Al llegar al final quizá se sienta invadido por el deseo de ir a la búsqueda de un poema de Miguel Hernández que se menciona en el texto pero no se trascribe y es el poema que Clara le envía a Víctor.  Nosotras lo hemos hecho. Miguel[23] nos dice:
Ausencia en todo veo:
tus ojos la reflejan.
Ausencia en todo escucho:
tu voz a tiempo suena.
Ausencia en todo aspiro:
tu aliento huele a hierba.
Ausencia en todo toco:
tu cuerpo se despuebla.
Ausencia en todo pruebo
tu boca me destierra.
Ausencia en todo siento:
ausencia, ausencia, ausencia.


Y nunca se sabe adonde nos lleva el camino que elegimos pag. 79

La poesía me hablaba a mi , en cada página, en cada verso que escogía al azar  pag. 201

"Nadie lavará las manos que en el puñal se encienden
Y en el amor se apagan (versos de Miguel Hernández)


El libro posee un poder especial, quizás todos los libros de poesía poseyeran una facultad mágica: la de reflejarnos en sus versos como en un espejo. Solo los grandes poetas consiguen que nos asomemos a nuestra alma y nos devuelven la imagen de nosotros mismos.  (pag. 230)

Clara y Víctor son dos jóvenes que estudian en un instituto de Orihuela, aunque, al principio, parece que nada tienen que ver, el azar los acaba uniendo. Los abuelos de ambos sí están relacionados por una historia con más claros que oscuros que les lleva a descubrir los últimos años del poeta oriolano por excelencia, Miguel Hernández. El abuelo de Clara estuvo con él en la cárcel los últimos tiempos y sabe del dolor que sufrió el poeta, aunque no ha querido compartirlo con nadie hasta que la propia Clara le saca el secreto. El abuelo de Víctor, por su parte, Aurelio, ya ha muerto y no goza de las simpatías del Sr. Castillo, el abuelo de Clara, recién operado y convaleciente.  Víctor y Clara se alían para encontrar algo que parece una quimera, de lo que hablan los dos abuelos, el cuaderno de tapas negras en el que Miguel Hernández escribió sus últimos versos y que le fue requisado, a traición, por Aurelio, cuando murió en la cárcel de Alicante. Castillo ha vivido con la pena de saber que esos poemas están en malas manos y ahora, con Clara y Víctor implicados, parece que llega al final de la historia.  Aurelio Sánchez-Macías, el chino, arrastra un pasado lleno de contradicciones que le lega a su nieto en forma de memorias. Leemos, con el muchacho, una historia de amistad y de desconfianza. Aurelio fue amigo de Miguel Hernández, eran del mismo pueblo y quiso emularlo; pero la excelencia del poeta lo eclipsó. Con el estallido de la guerra, tan bien descrito en el libro, Aurelio supo estar del bando de los vencedores y no ayudó a su amigo, al contrario. Aurelio acabó medrando, amasando una gran fortuna y viviendo, en su interior, en una perpetua contradicción, entre la lealtad y la traición.

Mala luna toma el título del verso hernandiano “Yo nací en mala hora” y sirve de contraste para Aurelio que, según piensa, él sí tuvo buena luna, pero no le sirvió de nada, aunque, en cualquier vida, hay momentos de luces y de sombras y Víctor acaba entendiendo que su abuelo es también digno de perdón y de cariño.
En la novela es interesante el tratamiento de los personajes. Por un lado, los dos abuelos, sobre todo Aurelio, un personaje redondo, torturado por su pasado, que no somos capaces de juzgar. Clara y Víctor son los dos adolescentes, que conectan con los lectores, llenos de vida, de proyectos, pero también de pesares y contradicciones. Víctor es un joven hijo de padres separados, muy serio y metódico, que no acaba de encajar en ningún sitio. Clara es una chica alegre, bulliciosa, que adora a su abuelo. Y, sobre todo, Miguel Hernández, el poeta, que es descrito por unos y por otros. Su vida, la incomprensión que sufrió por parte de su padre, las frustraciones que tuvo que vivir en Madrid, su dolor en la guerra y esa fuerza que transmitía siempre a los que lo rodeaban.    Destacan los últimos momentos en la cárcel. Sabemos que allí, en otro cuaderno que sí se conserva, escribió su “Romancero y cancionero de ausencias”, su testamento poético en donde se incluyen las “Nanas de la cebolla” dedicadas a su segundo hijo (el primero murió muy pequeño). 




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